
Un día, después de clases, fui a la casa de una amiga que vive cerca del cole. En el camino, cayó una lluvia tremenda, y no tuvimos más opción que continuar. Por fin llegamos, enfrente de la casa de mi amiga había una camioneta estacionada. Me paré a un lado del vehículo, y empecé a arreglarme en el reflejo del vidrio: me peiné, acomodé mis bubis y me saqué un moco asqueroso. De repente, después de un buen rato de estar ahí, se abrió la puerta de la camioneta y salió un chico que estaba privado de la risa. Salí corriendo, superapenada.
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